Derechos de las trabajadoras y los trabajadores sexuales

 

 

Alrededor del planeta los trabajadores sexuales se encuentran a merced de abusos, violaciones, vejaciones, enfermedades de transmisión sexual y estigmatización social. Las personas que se desenvuelven en este oficio son asociadas automáticamente a lo inmoral, el vicio, la depravación, etc., por lo cual suelen quedar legalmente marginadas y expuestas a mafias que se dedican a la explotación sexual.

Existen posiciones de los más variados matices que pretenden ofrecer una solución directa al problema de vulnerabilidad en los derechos humanos, que padecen las trabajadoras y los trabajadores sexuales. En todo caso, destacan dos abordajes distintos y en plena confrontación:

La regulación de la prostitución y la abolición de la prostitución.

 

Dentro del debate forjado entre estas perspectivas, cada una sostiene elementos de peso sin que exista un consenso. Esto se debe a las raíces conceptuales y de cosmovisión que han dado forma a cada una. Veamos con más detenimiento:

 

La regulación de la prostitución: el movimiento por el empoderamiento del trabajo sexual

 

Esta postura se plantea a la prostitución como un oficio elegible, real y que, en las condiciones adecuadas, puede servir como mecanismo de empoderamiento, o en todo caso, una vía para enfrentar  las desigualdades que afrontan las mujeres en el plano de lo social, económico, moral, legal, sexual, político, cultural e histórico.

 

Esta visión procura ver las trabajadoras sexuales y los trabajadores sexuales como sujetos de una realidad de alta complejidad. Por lo tanto, surge como respuesta el reconocimiento de la “prostitución consentida”, esto es el ejercicio de la misma por elección del sujeto en pleno uso de sus facultades, y sin coacción de ningún tipo. Totalmente diferenciado de la trata de personas con fines sexuales.

 

Dentro del movimiento por la regulación de la prostitución, el Estado puede intervenir para prevenir y castigar el rechazo y los estigmas que hacen vulnerables a las personas dentro del trabajo sexual. Para ello, la primera vía es desarrollar y ejecutar políticas públicas que garanticen sus derechos laborales, como parte de los derechos humanos que deben disfrutar a plenitud.

 

La abolición de la prostitución: la eliminación de la violencia sexual como arma de dominación

 

El movimiento para la abolición de la prostitución parte de la premisa que “el patriarcado es la fuente de la que emana toda la desigualdad y opresión hacia las mujeres, dentro de una superestructura de dominación y explotación”. Es allí donde se concibe a la prostitución como una forma de control pleno del patriarcado sobre la mujer,  y que se basa en la degeneración de su cuerpo para la obtención de placer y satisfacción del hombre.

 

Según lo anterior, la prostitución es una forma de abuso sexual, originada por un sistema patriarcal, sustentado en la desigualdad económica, social, cultural, etc. Por lo tanto, según esta perspectiva, el supuesto de que una persona es libre de elegir dedicarse a la prostitución sería falso, ya que proviene de una acción que está gestada y aupada desde las estructuras de poder, mismas que ejercen un acto de dominación y violencia hacia las mujeres. En este sentido, no existe diferencia entre la trata de personas y la prostitución consentida, tal como sostienen los propulsores de la corriente reguladora.

 

El punto fuerte de esta visión subyace en el hecho de que no se cuenta con datos concretos para aseverar que la elección de la prostitución haya servido efectivamente como un mecanismo de reivindicación para quienes la ejercen, dentro del sistema que les generó la necesidad de dedicarse a dicho oficio.

 

Sin embargo, sus detractores subrayan precisamente que no se trata de una “necesidad” generada, sino de una elección libre. Además, la premisa que acusa al patriarcado, prácticamente invisibiliza a los trabajadores sexuales masculinos.

 

La prostitución más allá del debate

 

El enfrentamiento entre los movimientos de regulación y abolición de la prostitución, más que promover un debate que proponga soluciones, deriva en un círculo de acusaciones y desmontajes de un bando hacia el otro.

Por ello, surge la necesidad de realizar una discusión en aras de ampliar su entendimiento y superar las limitaciones unidimensionales. Es necesario promover transformaciones concretas para que los trabajadores y las trabajadoras sexuales puedan gozar plenamente de sus derechos  humanos.

 

Dicho esto, diversos especialistas han propuesto el realizar un abordaje para el establecimiento de puentes entre cada uno de estos movimientos. De esta concepción unificadora se plantean los siguientes elementos:

 

  1. Establecer un contacto permanente con aquellas personas que se dedican a la prostitución con el objetivo de escuchar sus opiniones, impresiones y reflexiones.
  2. Presentar un completo cuadro de atención del contexto socio-familiar de las personas que ejercen la prostitución, que permita la asistencia de manera particular a cada caso.
  3. Ofrecer alternativas económicas y laborales, que permitan a la persona que ejerce la prostitución evaluar opciones reales y viables fuera de esta práctica. Con esto, se ofrece un verdadero empoderamiento. En otras palabras: Garantizando el acceso a una mayor cantidad de herramientas y oportunidades, se podría hablar de una verdadera elección por parte del sujeto sobre prostituirse o no.
  4. Establecer un contexto de protección por parte del Estado que reconozca los derechos inherentes a todas aquellas personas que practiquen o hayan ejercido la prostitución. Estas garantías no sólo aplican dentro de una dimensión socioeconómica y familiar, sino que se proyecta más allá: dentro del ámbito político, cultural, laboral, etc.
  5. Formalizar un cuadro de demandas al Estado que permita visibilizar y sensibilizar sobre el tema de la prostitución, para concientizar a la población, a la vez de construir un cuerpo jurídico que brinde protección y bienestar a los trabajadores sexuales y las trabajadoras sexuales.
  6. Formalizar una severa penalización a los proxenetas y sus clientes, dado que ambas figuras juegan un papel clave en el proceso de explotación, dominación y degradación de las mujeres, hombres y transexuales que practican la prostitución bajo sometimiento.